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Capitalismo, innovación y libertad. El resto es cuento


Desde hace un buen tiempo me he topado con varios comentarios haciendo mención a cualquiera de los conceptos del título de manera sesgada y tratando de separar cosas que, evidentemente, no son lo mismo, pero que creo que en conjunto son conceptos poderosos. 

Hay una concepción errada del capitalismo como un afán de acumular bienes sin ningún otro motivo que la acumulación en sí misma. Yo diría que el capitalismo ha demostrado ser en su esencia la generación de riqueza con impacto.  El éxito o fracaso de un individuo en este sistema no debería medirse solo por sus activos, sino por el impacto que genera en la creación de valor y bienestar a través de la creatividad y la competencia.

Es necesario también tener claro que la riqueza como tal no es solamente el dinero o activos sino es la capacidad de crear bienes y servicios que mejoran la vida de las personas. Por dar un ejemplo, empresas como Tesla, Amazon o OpenAI no son valiosas solo por sus activos (que sí los tienen), sino por su capacidad de transformar industrias y ofrecer soluciones innovadoras. Y no hay que confundir invento con innovación.

Podemos definir la innovación como la combinación de lo nuevo con el valor real que aporta a la sociedad: 

Innovación = Nuevo + Valor.

No todo invento es una innovación, sino más bien la innovación está en el valor que puede dar ese invento o nueva forma de ver, pensar, hacer, etc.

Y esto nos lleva al tercer tema y, para mi el medular. La libertad.

En una sociedad libre, la innovación se convierte en motor de bienestar, como nos ha demostrado la historia. Hemos visto casos históricos donde, a pesar de que el Estado hizo una inversión original para crear algo nuevo, eso nuevo solamente se percibe como valioso cuando se le encuentra utilidad desde el sector  privado. Pongamos como ejemplo Internet que tuvo su origen como proyecto estatal, fue el sector privado que la convierte en una herramienta de uso masivo (Netscape, Google, Yahoo, etc).

Muchas innovaciones nacen no porque el Estado lo permita, sino porque su intervención genera una presión tan fuerte que empuja a la sociedad a encontrar soluciones disruptivas. Es como estar al borde de un acantilado: si un león te persigue, dejas de pensar en el miedo a las alturas y saltas. Del mismo modo, cuando la regulación sofoca un mercado, las innovaciones emergen como respuesta.

Un buen ejemplo es Uber, que irrumpió en un mercado hiperregulado como el de los taxis y revolucionó la forma en que nos transportamos. Aunque la regulación estatal no lo favorecía, terminó impulsando la innovación de manera involuntaria.

Digo esto porque el Estado, que bien podría ser un facilitador, por naturaleza es una barrera. Pero en un mundo en el que se valore la libertad, cualquiera de sus dos posturas van a derivar en innovaciones que, en el tiempo, lo dejarán en la irrelevancia en beneficio de las personas quienes recibirán una mejor calidad de vida y más tiempo libre.

Cuando el capitalismo, la innovación y la libertad están activos, los individuos como la sociedad tienen la mayor probabilidad de mejorar sus vidas. Cuando falta una de estas, esa probabilidad baja bastante. 

Pero sin libertad, es imposible tener cualquiera de las otras dos, solo pantomimas de una y otra.

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