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Tumbapuertas

Si el cerdo me dispara, ¿Qué haré?, se dijo Carbón, mientras se escondía bajo el escaparate. Pendiente de cada movimiento, el viejo Lucho, el Serrano, buscaba.

- ¡Sale caraju! ¡Negru hijueputa! ¡Aunque sea muerto te he de sacar!

Carbón lloraba en silencio, tratando de sofocar el ahogo, que a lo mejor lo delataría.

-¡María! ¡Presta la linterna que este pendejo ya me tiene ashecho!

“Sabía que esto iba a pasar”, pensaba Carbón. “Tarde o temprano este camello iba a costarme la vida”.

En un segundo su cabeza recorrió las imágenes de sus amados. ¿Por qué? solo atinaba a contestarse, mientras el sudor frío rodaba por sus sienes. El miedo se cola por cada vena hasta llegar a su orgasmo en la coronilla, donde sientes que nada sientes y te supones preparado a cualquier dolor. Te falta la respiración y todo se vuelve un minúsculo jadeo por temor a ser encontrado.

-¡Ahí estás pendeju! ¡Al piso caraju!

-Tranquilo, tranquilo

- ¡Cállate chucha! ¡Abre la caja!

-Ya amigo, todo en paz

- ¡¿Amigo?! Vos qué vas a ser mi amigo negro maricón… Lucho rastrilló el arma y la asentó en la cabeza de Carbón. Marí a recogí a del piso los sueltos que sin querer hizo caer del jarro que estaba a un lado de la caja.

-Puta que vos si eres pendeja- le gritó Lucho mientras le pateaba las nalgas.

-No me mates- aulló Carbón.

Un poco de compasión, un no se qué rodó por el pecho de Lucho. El poder de dar o quitar vida lo emborrachó. Por un momento sintió un enfermizo orgullo, un asco de sí mismo, todo al mismo tiempo. Los vapores del aguardiente de la tarde empezaban a adormecerlo. De repente, Marí a se levantó, y en un abrir y cerrar de ojos apuñaló a Lucho con un desarmador de estrella que estaba cerca de los sueltos. La puñalada fue silenciosa, como cuando se pincha la gelatina con un tenedor.

- ¡Agh! chaicionera, que te pasa longa… Gritó Lucho ahogado en sangre opaca, que se escapaba directo del hí gado , de donde colgaba juguetón el desarmador. Cayó de rodillas con sus ojos en blanco frente a la cintura de Marí a, para luego quedar recostado sobre el improvisado puñal dejando escapar la punta por su espalda, entre marcados espasmos que se iban alejando uno del otro, conforme la vida se le escapaba.

-Nunca me gustó que me digan pendeja- dijo María mientras recogía el arma- y a tí ?

Carbón sintió la confusión propia del momento y solo atinó a mover la cabeza como asintiendo.

- ¿Si qué?, ¿Te gusta o no?

Carbón se fue levantando poco a poco, las piernas casi no le respondían.

-Ahí te dejo ese regalito para tu tienda, envuélvelo y mándaselo a su madre…

-No me mate

-¿Qué no sabes decir otra cosa?, Lucho tenía razón, eres solo un negro maricón. Además después me quemas …



-Vecina!!!!! venga vea!!, Le han matado al Lucho -Si yo le dije que ese negro solo chaeria problemas, ahí está el Luchito que ha de sesh -Pero aunque sea al último alcanzó a darle al Carbón, el Señor le hará justicia a ese criminal, negro malo, malo mismo ha sido

-Si a mí cuando me fiaba, me quedaba viendo mal…

Dany Freire
Escrito en Guayaquil en Febrero del 2001.

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