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Mi Jessico


Mi historia con los Babasónicos tiene raíces profundas, lejanas.  Recorrer esos caminos es inventar mucho, porque esos años de adolescencia tardía y tóxica, se encargaron de borrar las certezas, y me dejaron las sensaciones, que hasta hoy quedan. 

En esa época, la conversación bailaba entre la polémica por el término de Rock Alternativo ("alternativo a qué" te preguntaba algún amigo con ganas de discutir), del porqué no despegaba el Rock nacional (sí, desde esa época), de la gran farsa del underground, y otras cosas más o menos trascendentales, pero cuando salía la referencia de los Babasónicos, había un consenso.  Ellos eran (y son) diferentes.

Y así, gracias a la sabia decisión de ponernos MTV por señal abierta, disfrutamos de la omnipresencia babasónica desde sus inicios en los arrabales del Raizónica, hasta la toma de poder en el primetime de la gloriosa cadena.  Fuimos testigos de sus comienzos más kitsch, los sueños camp y la evolución al porno setentero, los guiños al 007, la decadencia hasta llegar a su punto culminante en el Miami, donde retratan la sociedad argentina en la época menemista, con sus profundas contradicciones y el abandono que sentían frente a los monstruos populistas, de la vida loca, o como decíamos por acá, la cultura del quechuchismo.

Y luego de eso, una pausa.

Después supe que, por algunos motivos, terminaron su contrato con la disquera, y empezaron su aventura independiente, bajo el sello Bultaco.  Y lo que para muchos de nosotros fue un largo silencio, para los Babasónicos fue una época muy prolífica, donde siguieron explorando sonidos, siempre con esa mirada retro, canciones menos "radiables", pero definitivamente muy interesantes y arriesgadas.  La tecnología me privó de escuchar esos discos en su momento, en el contexto indicado. No habían redes sociales o Youtube, pero quizás fue mejor así.

Ya en el 2001 me fui enterando de que había un nuevo disco, en la selva que era la internet de hace más de diez años, pero todos eran mensajes un poco contradictorios, no había un Amazon Argentina, había Musimundo, pero no era muy estructurada la página como para poder saber si era cierto lo del disco en cuestión. Otra cosa, no me cuadraba mucho el nombre, no creía que era ese, y por eso buscaba como a ciegas.  

Ya la vida había hecho su parte con mi historia, y yo ya estaba casado, con mi esposa encinta, esperando a Sofía, mucho más chiro, y con menos tendencia al existencialismo que en aquellos primeros años del MTV en señal abierta.  Igual, Babasónicos es, para mí, de esas bandas que me regresan al status de fan y me permiten ilusionarme con la salida de un disco.  Una noche de insomnio, de paso por MTV (en señal pagada), salió un pescadito cantando "va a venir, no va a venir, o va a venir... daléctrico".  No tuve reparo en levantar a Gaby, mi esposa embarazada, para contarle que los Babasónicos habían vuelto.  Ella, como siempre comprensiva, tuvo el tino de no mandarme al diablo.

Justamente mi mamá iba a viajar a Argentina, y yo solo hice tres encargos por escrito, para que no haya confusión, textualmente: el Jessico de los Babasónicos, la Biblia de Vox Dei y cualquiera que me logre conseguir de La máquina de Hacer Pájaros.

Llegaron mis encargos, sepultados en una funda de ropa de bebé, después de los agradecimientos de rigor, subí a mi departamento, metí el cd player en el cuarto, y de una al track 01 del Jessico.  Me acuerdo, que lo primero que hice fue decirle a Gaby, que Los Calientes, iba a ser el hit de ese disco. A pesar de que me equivoqué, porque ese disco estaba lleno de hits, fue ese tema y ese video los que comienzan a escribir esta segunda venida de la banda.  

Lo que vino después, para mí era una confirmación, un orgullo ajeno, porque al fin sentía que la música había vencido, que esa historia, era una historia compartida,  que nunca fue tarde para que ellos ocuparan el lugar merecido, y que valía la pena intentar algo más.  Y si quieren más pruebas de que los puntos  siempre se conectan, les cuento que, poco después, vinieron los Babasónicos a tocar a Guayaquil, y fue en ese concierto, o más bien a la salida del concierto, donde empezó a nacer la idea de otra banda que también tuvo su historia: Luciérnaga.

Hoy mi Jessico ya no está conmigo, debe de andar por ahí, perdido, prestado, prostituído o qué se yo, lo que sé es que donde sea que ande, como si fuera la lámpara de Aladino, solo bastará escucharlo para que siga seduciendo.  Por lo demás, y como dicen con respecto a los libros, yo lo aplico (también) a los discos: 

"Los discos tienen su orgullo: 
cuando se prestan, no vuelven nunca."

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