Fue una de esas tardes frías y tristes. De esas que disfruto, porque tienden al silencio. Esta vez, venía acompañada de una mala noticia. Se murió Juan Gabriel. Y dentro de todo, no dejo de pensar que me suena bien, en este caso, decir "se murió". Suena como que fue una decisión. Que fue él quien tuvo ganas de irse. Y que, aunque le da pena, como pasa en sus canciones, igual se fue. No sé cuál de las leyes de la genética puede explicar este lazo que hay con la música de Juan Gabriel, pero es una realidad que, en cualquier lugar en que estemos reunidos un grupo de latinoamericanos, apenas salta una canción de él, la mayoría empezamos a tararear, y la melodía nos invade a nivel celular. Es la definición de la música popular. La conocemos sin saber que la conocemos, ni cuánto, ni desde cuándo, ni porqué. Solamente está. Juan Gabriel retrata el sufrimiento y logra darle un aire de triunfo, cosa que mucha gente le critica, pero yo creo que, más allá de perpetu...
God only knows que no me gusta la playa. Para ser más preciso: no me gustan ni el sol ni la arena. Culpo de este sacrilegio (por ser guayaquileño) a mi genética. Sobre todo, el asunto del sol. Mi piel no conoce el bronceado, sino que pasa de pálido a rojo camarón. Además, tiene la función que tiene la cola en los perros: no me deja esconder mis emociones. Ahora, la arena. La arena es otra cosa. Esas diminutas partículas que persisten por meses en la ropa que tenga la desgracia de tener contacto con ella y se cola en los zapatos para fastidiar eternamente. Pero el mar es lo único que me produce atracción de todo ese conjunto. Y tiene la capacidad de hacerme olvidar del sol y la arena y disfrutar las olas. Brian Wilson es el mar. Su música nos pintó siempre una California playera que nunca existió realmente, pero no en la forma acartonada y decadente que puede hacer Hollywood, sino como una idea idílica de surf, bikinis y little deuce coupés, tanto como los sueños ...