God only knows que no me gusta la playa. Para ser más preciso: no me gustan ni el sol ni la arena. Culpo de este sacrilegio (por ser guayaquileño) a mi genética. Sobre todo, el asunto del sol. Mi piel no conoce el bronceado, sino que pasa de pálido a rojo camarón. Además, tiene la función que tiene la cola en los perros: no me deja esconder mis emociones. Ahora, la arena. La arena es otra cosa. Esas diminutas partículas que persisten por meses en la ropa que tenga la desgracia de tener contacto con ella y se cola en los zapatos para fastidiar eternamente. Pero el mar es lo único que me produce atracción de todo ese conjunto. Y tiene la capacidad de hacerme olvidar del sol y la arena y disfrutar las olas. Brian Wilson es el mar. Su música nos pintó siempre una California playera que nunca existió realmente, pero no en la forma acartonada y decadente que puede hacer Hollywood, sino como una idea idílica de surf, bikinis y little deuce coupés, tanto como los sueños ...
"All these places had their moments With lovers and friends I still can recall Some are dead and some are living In my life I've loved them all." No recuerdo el momento exacto que lo conocí, pero tengo la sensación de haber entendido su genialidad desde siempre. No voy a negar que lo primero que me llamó la atención fue su honestidad brutal. No se le caían los elogios como es tan común en nuestro medio. Lo que no le gustaba te lo hacía saber sin filtros. Esa era un ingrediente fundamental de su esencia para producir música con tantos detalles perfectos, que solo puedo pensar que era igual de implacable con sus canciones. En estos días, que he estado produciendo música y desempolvando recuerdos, siempre sale el tema de su presencia en esos años, con mucho cariño y sobre todo con mucha alegría. Paradójico porque quizás si tuviese que describir a Mariano con una palabra no sería alegría. Así mismo era muy rápido para sacarte de algún problema que le contabas, artístico, ...